lunes, 28 de noviembre de 2016

LA MÚSICA PORTUGUESA-EL FADO


Portugal, nuestro país vecino, ha desarrollado una cultura popular muy particular, pues ha estado bajo la influencia de varias civilizaciones que cruzaron el Mediterráneo en busca de nuevas tierras y nuevas oportunidades, como por ejemplo los Fenicios, protagonistas una anterior entrada en este blog.

La música tradicional portuguesa es muy variada, hay mucha pasión por su música popular y en cada pueblo o ciudad abundan las tabernas o lugares en los que se reúnen los músicos para compartir sus notas. 
Son muy conocidas las danças do vira, en la región de Miño, los pauliteiros de la zona mirandesa, los corridiños del Algarve o los bailiños de Madeira.


También se utilizan unos instrumentos típicos que en su mayoría son: el cavaquiño, la gaita, el acordeón, el violín, el tambor, la guitarra portuguesa (típica del fado).

El mayor centro cultural de Portugal, como no podía ser de otra manera, se sitúa en su capital, en Lisboa, aunque también en Oporto existen centros culturales que han tenido gran importancia. Pero, sobre todo, ha sido Lisboa la cuna del Fado y donde se ha desarrollado esta música por excelencia.



Existe también un tipo de música tradicional portuguesa, a la que se la denomina Pimba, estas canciones suelen contener metáforas con significados sexuales o románticos e incorporan historias de amor dramáticas.

El estilo por excelencia de música portuguesa es: el Fado.



El FADO: 

Es la música portuguesa más conocida internacionalmente, también ha ayudado a divulgar el idioma portugués. Dicen, que en el fado, se expresan los malos momentos de la vida a través del canto, es ciertamente un lamento del alma.
Habitualmente el fado es cantado por una sola persona, acompañada por la guitarra española o la guitarra portuguesa, es una música intimista, para escuchar en un lugar reducido para que sus notas y sus vibraciones lleguen directas al corazón.
Los temas más recurrentes cantados en el fado son: la melancolía, la nostalgia o las historias del diario vivir de los barrios humildes, el fatalismo y la frustración.

                  Fotografía cedida por Alma de Fado(Matilde Macías Donaire y Daniel Pérez Rico)  

Según comentan y con lo que estoy totalmente de acuerdo es que una de las mejores definiciones encontradas de fado es la de Amália Rodrigues, que dice así: «el fado es una cosa muy misteriosa, hay que sentirlo y hay que nacer con el lado angustioso de las gentes, sentirse, como alguien que no tiene ni ambiciones, ni deseos, una persona... como si no existiera”.

Dicen algunas fuentes, que esta música nació hace siete siglos, cuando los árabes vivían en la colina del castillo de San Jorge de Lisboa.
Para ello argumentan, que el fado tiene parecido con la música popular del norte de África, en sus prolongados quejidos y en el tratamiento de lo cotidiano.
Otros, piensan, que el fado, se cantó, por primera vez, en alguna vieja taberna, alguna noche triste, del siglo XIX.

Documentalmente, sólo se puede comprobar la existencia del Fado a partir de 1838. 
Hay quienes también apuntan su origen a los cantos de las gentes del mar, inspirados en la soledad, la nostalgia y los balanceos de los barcos sobre el agua.
                                    Fotografía de Myriam Cobos

A pesar de las numerosas investigaciones, el misterio de sus orígenes todavía no ha sido desvelado, como no podía ser de otra manera,

ya que, en mi opinión, es una música mágica, que hace que te traslades, hasta el mismo centro de tu melancolía, y puedas después regresar, con el corazón acunado por sus notas.

                                                Fotografía de Myriam Cobos

Algunos intérpretes más conocidos son: el grupo Madredeus, la cantante Dulce Pontes, y Matilde Macías Donaire, tanto en solitario, como con el dúo Alma de Fado, a quienes tuve el placer de entrevistar en mi programa de radio CULTIVANDO EL ALMA.

                                Fotografía cedida por el dúo Alma de Fado

El fado es una música que llega al alma, que acaricia el corazón, que nos lleva hasta la parte más íntima de nuestro ser en un susurro de vida.

Myriam Cobos

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