En sus orígenes, el Taichí ha sido y es, un arte marcial,
que pretendía neutralizar a potenciales enemigos físicos.
Hoy en día, el
enemigo ha cambiado, el enemigo a combatir, ya no se encuentra en el plano
físico, sino que ataca al ser humano, desde el plano mental y espiritual, es
decir, desde el interior.
En la sociedad en la que vivimos actualmente, las
enfermedades mentales van en aumento, como por ejemplo el estrés, depresión,
bulimia, anorexia, etc. y muchas enfermedades físicas, también son provocadas por estos desajustes emocionales.
Por todo esto, la práctica del Taichí, se convierte, no
solo en una práctica de enlace de una serie de movimientos corporales, sino,
que el Taichí va mucho más allá de lo simplemente evidente, de lo aparente, de
lo que con los ojos físicos o los cinco sentidos se puede observar o percibir.
El Taichí trabaja las tres partes de la esencia del ser
humano: el cuerpo, la mente y el espíritu.
EL
CUERPO, porque movemos todas las partes de nuestro cuerpo,
ejercitándolas con la practica continuada, se trabajan sobre todo tendones y
articulaciones, se mueven partes del cuerpo desacostumbradas y se adquiere una
forma física envidiable, ya que, todo el cuerpo funciona como una gran bisagra
bien engrasada y en perfecto uso.
El Taichí surgió de la idea taoísta de alargar la vida lo
más posible y en las mejores condiciones, tanto físicas, como mentales.
El Taichí, mueve todas las articulaciones, trabaja
músculos y tendones, moviliza partes del cuerpo que normalmente parecen
olvidadas, lo que aporta salud a quienes lo practican y evita muchos dolores.
LA
MENTE, porque se trabaja con la gran concentración que se
genera, ya que, la mente está totalmente concentrada en el movimiento y evita
cualquier otro pensamiento, que no sea lo que estamos realizando en ese preciso
momento.
Evita que los pensamientos alocados (del mono loco) aturdan nuestra
mente, de hecho hay un movimiento concreto que se llama: Rechazar al mono.
Nos concentramos en el movimiento del maestro, y cuando
ya sabemos más, podemos centrarnos en nuestro propio movimiento, evitando así
cualquier otro tipo de pensamiento y siendo totalmente conscientes, en cada
momento, de lo que estamos haciendo, estamos centrados en el presente, en el
aquí y en el ahora, que según la filosofía oriental es la clave de la felicidad.
Liberamos el estrés acumulado en nuestra mente y en
nuestro cuerpo de manera que, como dice el médico Matthias
Girke, fortalecemos nuestro sistema inmunitario.
EL
ESPÍRITU, se trabaja, no en cuanto algo religioso, que algunos
pudieran pensar, sino como las sensaciones y sentimientos que se generan, y el
movimiento de energías que se produce con nuestros movimientos.
La práctica del Taichí genera un movimiento de energías,
que se reparte por todos nuestros órganos internos, allá a donde se necesite, y
éstos comienzan a funcionar correctamente, generando también una gran paz
interior.
Cuando se practica Taichí, es fundamental tomar
consciencia de las sensaciones. Es lo más íntimo, lo que sentimos, lo que las
situaciones nos provocan.
Conocer nuestras propias sensaciones es una forma de
poderlas gestionar, para que no nos dominen y que nos sirvan para mejorar y
evolucionar como seres humanos.
De esta manera, el Taichí sirve de autoayuda en
situaciones en las que necesitamos superar nuestros propios miedos o tenemos
que enfrentarnos a cambios en nuestra vida.
La práctica del Taichí le provocará en cada practicante, una
sensación diferente, porque es algo muy personal, pero siempre, no os quepa la
menor duda, de que serán positivas.
El Taichí ayuda a
exteriorizar las sensaciones que permanecen guardadas enfermándonos, y son
liberadas para regalarnos una sanación completa.
Toda exteriorización de las
emociones es siempre positiva.
Las sensaciones que se perciben más habitualmente son:
las de paz y calma, es un sentirse bien en total tranquilidad.
El sentimiento más importante que se genera, es el del
Amor, Amor con mayúscula, se crea un ambiente de cooperación, compañerismo y
cariño entre quienes practican juntos, y sobre todo, se comienza a sentir el amor
por uno mismo, lo que llamamos: AUTOESTIMA.
Aprendemos a amarnos y a conocernos, a aceptarnos y a
respetarnos, y a través de amarnos a nosotros mismos, podemos comenzar a amar
también a los demás de una forma incondicional.
Los movimientos de Taichí equilibran el cuerpo, nos
aportan elasticidad, equilibrio, coordinación y armonía.
Equilibran la respiración, haciéndola más fluida, aumenta
la capacidad de la caja torácica, hace llegar más oxígeno al cerebro,
proporcionando más calidad y cantidad de oxígeno en sangre, pulmones, cerebro.
Equilibran la mente, haciendo que no escuchemos
pensamientos involuntarios.
Beneficia la concentración, la no dispersión de los
pensamientos, el estar en el presente, en el aquí y en el ahora.
Equilibra el ánimo, que significa sentirse bien
consigo mismo. Genera un sentimiento de
alta autoestima, el practicante de Taichí comienza a conocerse a sí mismo, se
respeta, se quiere, se valora y cuidará de su salud potenciando todo lo
positivo que tiene y mejorando aquellas áreas en las que sea más vulnerable.
Este sentimiento de autoestima puede ser muy importante,
sobre todo, en la adolescencia o en situaciones en las que se requiere de un
especial empuje para seguir adelante, como puede ser una larga convalecencia,
una enfermedad, periodos en los que el estrés está dirigiendo nuestras vidas y
necesitamos parar, etc. Crea una fuerte personalidad y una fuerza, tanto
interior como exterior, que será muy difícil de doblegar.
QUIÉNES
PUEDEN PRACTICAR TAICHÍ: Todas las personas, absolutamente todas,
pueden practicar Taichí, sin distinción de edad, ni de condiciones físicas,
porque cada cual, sabiendo sus propios límites, puede realizar la práctica.
Son movimientos lentos y armónicos, sin
movimientos bruscos, lo que se hace muy recomendable para personas que hayan
estado mucho tiempo sin realizar ejercicio o que tengan determinadas dolencias
que no les permitan hacer algún otro tipo de deporte.
Es posible practicar Taichí incluso sentados, ya que, se
hace una disociación del cuerpo, parte superior del cuerpo y parte inferior del
cuerpo, tomando la cintura como centro.
El Taichí va perfeccionándose con la práctica, para ello
la paciencia y la constancia son fundamentales, factores que también se
trabaja.
En resumen, con la práctica continuada de Taichí, se
mejora la agilidad, la elasticidad y el equilibrio. Se consigue una sensación
de calma, armonía, tranquilidad y relajación.
Aumenta la concentración y la percepción sobre uno mismo.
Mejora la autoestima, se toma conciencia de todas las partes del cuerpo.
Se produce una sensación de equilibrio físico y mental,
que hace que nuestro ser esté equilibrado y no perdamos ese equilibrio, con la
facilidad que lo podríamos haber hecho antes de iniciar la práctica.
Produce un cambio notable en la perspectiva de las cosas,
lo que antes suponía un problema, ahora es visto con la distancia del que
observa su propio movimiento, y gracias a ello, puede hacerle frente a los
problemas desde otro punto de vista.
El Taichí provoca un cambio en los hábitos alimenticios,
ayuda a mejorar la alimentación. El cuerpo comienza a hablar y el practicante
de Taichí comienza a escuchar lo que éste le pide.
En los momentos en que nos quedamos estáticos, con las
manos colocadas en nuestro Dantien, podemos escuchar el sonido de nuestro
corazón, sentir que estamos vivos y que tenemos un propósito.
Con la práctica de Taichí se genera un sentimiento de
Amor incondicional, de comprensión hacia el otro, de ayuda, cooperación y
respeto mutuo.
Quienes practican juntos tienden a ser muy buenos amigos,
ya que conectan con su energía en la práctica y comienzan a vibrar en la misma
frecuencia.
Mejora la sexualidad, mejorando las relaciones, pues las
sensaciones y los sentimientos se intensifican y la conexión con la pareja se
hace mucho más perceptible.
El Taichí genera, en quien lo practica habitualmente, un
deseo de iniciar nuevos proyectos, de seguir hacia delante, de creer que todo es
posible.
El Taichí nos invita a vivir el momento presente, olvidando el pasado
y disfrutando de cada instante con la fuerza de nuestro corazón.
A todos nos hace tener una vida mucho más equilibrada,
saludable y feliz, para todos, es una fuente inagotable de salud.
Myriam Cobos
Del libro de Myriam Cobos "El Taichí del corazón".
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