Muchas eran las mujeres que acompañaban a Jesús...
Siempre se le ha retratado rodeado de hombres, que también
le seguían, pero él era mucho más popular entre las mujeres, su magia, su
carisma, su forma de hablar y de sentir, calaban mejor en el corazón femenino,
más sensible e intuitivo.
Tenía muchas seguidoras, seguidoras que le cuidaban,
mimaban, atendían, escuchaban, incluso financiaban con sus bienes…incluso
algunas estaban enamoradas de él, cosa muy lógica, pues era un ser muy
especial...mujeres, sobre todo viudas, liberadas de la presión masculina dominante,
que al estar solas y apartadas de la sociedad veían en él “una salvación”.
Jesús les daba su cariño y buenos consejos, aunque a veces
se sentía agobiado por tanto requerimiento, como humano que era, a veces se
enfadaba y quería huir de aquella vorágine que le rodeaba, se apartaba para
meditar y entrar en comunión consigo mismo y con el Padre, de ahí salía
reforzado para afrontar de nuevo las vicisitudes de la vida y su complicada
misión de transmitir su mensaje, no sólo a través de la Palabra, sino de los
Hechos.
Entre las mujeres que seguían a Jesús, se encontraba María
Magdalena (Myriam de Magdala), su afinidad, empatía y complicidad eran
evidentes para todos.
En ella siempre encontraba refugio, comprensión y cariño,
era un oasis en medio del desierto, donde saciaba su sed siempre que lo
necesitaba.
Estas mujeres son las que permanecieron valientes y amorosas al pie de la cruz, las que presenciaron sus últimos suspiros y se encargaron con todo su cariño de embalsamar el cuerpo de su querido Jesús.
Pero entre todas, María Magdalena fue la que presenció su resurreción, a quien se le apareció para darle la buena nueva, la más afligida y la más deseosa de saber que su amado, se encontraba bien.
Fotografía propiedad de Myriam Cobos
Su Amor ha pasado a ser uno de los más grandes y hermosos de
la Historia, aunque haya estado siglos oculto y relegado, pero el Amor siempre
vence, y la Verdad, tarde o temprano, siempre sale a la luz.
Las generaciones
irán pasando, pero su Amor, será Eterno, y llegará el momento en el que se
reconozca la figura de María Magdalena como compañera y esposa de Jesús, como
dos caras de una misma moneda, como el día y la noche, la luna y el sol… porque
los dos, en uno, siempre son.
Myriam Cobos
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