En las islas del mar Egeo y en Canaán, abundaron las Sacerdotisas de la religión matriarcal, que desempeñaban los más altos cargos, y participaban en las ceremonias en honor de la Gran Diosa. Eran mujeres con un gran poder no solo religioso, sino también político, social y cultural.
Esta fue una civilización amante de los placeres de la vida, que disfrutó con el arte y conoció la escritura, las sacerdotisas eran unas grandes conocedoras de la cultura y eran protectoras de los conocimientos.
No poseían deidades antropomórficas, solo rendían culto a la Gran Diosa Madre, diosa de la fertilidad, también conocida como la Gran Dama del Laberinto, que aparece representada en ocasiones con el vestido típico minoico y serpientes en ambas manos, símbolos ellas también de las fuerzas fértiles de la tierra.
Para el ejercicio de sus cultos poseían pequeños santuarios semisubterráneos, a veces también eran realizados dentro de los palacios, y cuevas próximas al lugar del asentamiento. Solían vestir con un traje de lino transparente y de color rojo.
La máxima autoridad, el rey, llamado Minos, estaba obligado a renovar su mandato cada año, mediante un casamiento-rejuvenecimiento, en un ritual, con la Gran Diosa Madre, representada en la gran sacerdotisa. Por su poder y sabiduría, estas sacerdotisas, eran amadas y a la vez temidas.
La religión de la cultura minoica era de tipo naturalista, con gran importancia de los santuarios abiertos al aire libre, en bosques o montes sagrados, en cuevas o grutas naturales, donde se practicaban ciertos ritos secretos, y eran estas sumas sacerdotisas, mujeres poderosas y con grandes conocimientos, quienes se encargaban de realizarlos.
En algunos de los restos encontrados, se las muestra, con unas serpientes en las manos, como grandes poseedoras del conocimiento, unos conocimientos ocultos, secretos...que no estaban destinados a todos. Con los pechos al descubierto, en muestra de fertilidad y unión con la naturaleza, renacimiento y creación. Y con unas largas faldas que asemejan al tronco y las raices de los árboles que simbolizan su unión con la tierra,las fuerzas de la naturaleza y el poder de la Diosa Madre.
Entre los ritos que practicaban, destacan los funerarios, la inhumación con ricos y variados ajuares, que hacen pensar que esta civilización tenía la creencia en el más allá. Enterraban a sus muertos y los embalsamaban previamente (en el proceso era utilizada la miel). En los rituales de enterramiento, intervenía la fermentación, como proceso natural de renovación de la vida.
También se rendía culto a ciertos objetos como la piedra, el escudo, la doble hacha o el pilar, y según los restos hallados, estos cultos se practicaban tanto de manera pública, como privada, en habitaciones destinadas a tal fin en palacios y viviendas particulares.
Existían otras ceremonias, aún más solemnes, oficiadas por las sacerdotisas, como la celebración de la Epifanía o la fiesta de la Hierogamia, con objetivo de revitalizar a la naturaleza. Es probable que estas ceremonias fueran acompañadas de celebraciones de juegos, como la tauromaquia o las luchas de púgiles.
Adoraban a la Gran Diosa Madre, diosa de la fertilidad, la Gran Dama del Laberinto, que aparece representada con el vestido típico minoico y serpientes en ambas manos, símbolos de las fuerzas fértiles de la tierra.
La estatua más conocida es una figura femenina ataviada con un vestido largo, de estrecha cintura y con un corpiño que deja el pecho al descubierto. En ambas manos sostiene sendas serpientes y tiene encima de la cabeza un felino.
Recientes hallazgos arqueológicos indican que en la Europa neolítica se desarrolló una sociedad matrística. No era una sociedad en la que las mujeres dominaran a los hombres, sino una cultura, en la que hombres y mujeres eran copartícipes, en igualdad de condiciones, derechos y obligaciones.
La mayor parte de los autores griegos describían unas primitivas culturas pacificas y comunalistas (que el Imperio griego invadió), regidas por lo que se denomina como: derecho materno.
Este testimonio histórico, coincide con el de antropólogos e historiadores, que califican aquel periodo como de organización social matrifocal, en el que las madres actuaban como eje vertebrador de cada grupo humano.
Eran sociedades en las que la Naturaleza, la mujer y todo lo generador de vida, era venerado, respetado y amado. Las sacerdotisas eran portadoras, guardianas y transmisoras de los conocimientos, a la vez que sanadoras, consejeras y enlazadoras de mundos, el mundo minoico no se concibe sin su presencia.
Myriam Cobos
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